viernes, 30 de agosto de 2024

Nada más comenzar su andadura el James Webb pareció "romper” los modelos cosmológicos. Tenemos otra explicación

 

  • Las primeras galaxias del universo parecían más masivas de lo que cabría esperar

  • La nueva explicación se fundamenta en los agujeros negros de su interior

El Telescopio Espacial James Webb (JWST) es un instrumento sorprendente: no solo nos permite ver lejos en la distancia sino también lejos en el tiempo. Este observatorio es capaz de asomarse cerca de los límites del universo observable, lo que quiere decir que es capaz de “ver” también el universo en sus etapas tempranas.

El problema apareció cuando los análisis de las imágenes del telescopio nos mostraron galaxias demasiado brillantes y masivas para un universo primigenio.

Nueva explicación al misterio. Ahora un nuevo estudio nos ofrece una nueva explicación a uno de los enigmas planteados durante estos primeros años de actividad del James Webb. La explicación estaría en los agujeros negros y en la forma en la que aceleran hasta la incandescencia la materia que los orbita en sus discos de acreción.

Tan antiguo, tan brillante. El enigma en cuestión surgió con la publicación de la primera imagen tomada por el JWST. Aquella imagen contenía las galaxias más remotas jamás captadas.

Estudiando aquella imagen y los datos asociados, algunos equipos se dieron cuenta de que algo no encajaba: algunas galaxias eran demasiado luminosas. Esta alta luminosidad implicaría en principio que se trataba de galaxias muy masivas, demasiado para haberse formado en las primeras etapas del universo, unos pocos cientos de millones de años después del big bang.

No desechen el modelo. Estas observaciones ponían en jaque (a priori) el “modelo estándar” de la cosmología utilizado convencionalmente por la comunidad científica: algo no cuadraba. Esto suele ser una noticia agridulce ya que es a menudo a través de las grietas de un modelo que es posible abrirse camino hacia uno mejor.

Agujeros negros. La nueva explicación de este brillo no pasa por la masa de la galaxia, pero sí por los objetos más densos imaginables, los agujeros negros. Según esta nueva hipótesis, estas galaxias brillantes contendrían en su interior agujeros negros que estarían a su vez consumiendo cantidades ingentes de gas.

La enorme aceleración a la que estas partículas estarían sujetas harían que este emitiera luz y calor, luz que sería la responsable de “iluminar” estas galaxias. Una luz que se combinaría con la emitida por las estrellas de la propia galaxia para dar lugar a estos puntos ultraluminosos.

Pequeños puntos rojos. De ahí que estas galaxias hayan sido apodadas “pequeños puntos rojos” en las observaciones. En su estudio, el equipo realizó un análisis de las galaxias primigenias en el que se descartaban estas observaciones “anómalas” presuntamente causadas por agujeros negros.

Al deshacerse de estos “pequeños puntos rojos” la muestra pasaba a asemejarse a lo que esperaríamos de este universo temprano. Los detalles del estudio han sido publicados esta semana en un artículo en la revista The Astronomical Journal.

No hay crisis, pero quedan enigmas. Queda aún un enigma importante a resolver, que no tiene tanto que ver con el tamaño de las galaxias primigenias sino con su número: son demasiadas. Hemos encontrado más del doble de galaxias de este tipo de las que cabría esperar en el joven universo.

“Aún estamos viendo más galaxias de las previstas, aunque ninguna sea tan masiva como para ‘romper’ el universo,” señalaba en una nota de prensa Katherine Chworowsky, quien lideró el equipo responsable del nuevo trabajo.

Por ahora esta pregunta carece de respuesta. “Quizás en el universo temprano las galaxias fueran mejores a la hora de convertir gas en estrellas”, especula Chworowsky.

Font, article de Pablo Martínez-Juárez per a "Xakata"

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