El Rey Prudente sufrió en los últimos años de su existencia graves dolores provocados por la gota y en su Corte ingeniaron una solución para poder moverlo.
Felipe II estaba envejecido y agotado. Desde 1590 necesitaba la ayuda de un bastón para poder caminar. Los efectos de la gota que le atormentaba desde mediados de la década anterior se agravaron en el verano de 1593: en dos ocasiones los cirujanos tuvieron que punzar al Rey Prudente en la mano para que expulsara el pus que se había acumulado. Ya no podía escribir y firmar lo hacía con dificultad. En muchos documentos, de hecho, se utilizó la fórmula de rúbrica "Dice Su Majestad".
"Su salud seguía un declinar imparable. En los primeros veinte días de mayo de 1595, Felipe II padeció constantemente fiebre", explica Enrique Martínez Ruiz en su biografía sobre el monarca, publicada por La Esfera de los Libros. Ese mismo año, revela el catedrático de Historia Moderna de la Universidad Complutense, le fabricaron al rey una silla con ruedas y articulada, bajo la dirección del cortesano flamenco Jean Lhermite, que le permitía sentarse para despachar y reclinarse por completo para dormir, además de poder pasar de la cama a ella directamente. Estaba elaborada con una lujosa tapicería, contaba con antebrazos y habría sido empujada por un sirviente.
Si bien los orígenes de la silla de ruedas son difusos —se han encontrado inscripciones realizadas en piedra en las antiguas Grecia y China que sugieren que este tipo de vehículos individuales para transportar personas con problemas de movilidad o incluso objetos pesados se utilizaron al menos desde el siglo VI a.C.—, la de Felipe II está considerada como el primer y mejor documentado ejemplo de este invento que hoy en día es un apoyo imprescindible en la vida de decenas de miles de personas.
La primera silla de ruedas para un "inválido" fue creada para Felipe II.
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