Las auroras boreales son la cara amable de un fenómeno preocupante para satélites y telecomunicaciones: una mancha solar gigantesca nos amenaza.
En la Universidad de Alcalá están poniendo a punto un nuevo radiotelescopio, de características únicas en Europa, para la monitorización continua del Sol. Apenas lleva instalado unos días. Su llegada casi coincidió con una de las tormentas solares más llamativas de los últimos tiempos, la que provocó esas increíbles auroras hace unos días. Esta vez el instrumento aún no estaba listo, pero probablemente muy pronto tendrá la oportunidad de captar el fenómeno, algo que es una magnífica noticia para los científicos que lo van a utilizar, pero puede suponer una amenaza bastante grave para los satélites y las telecomunicaciones.
Este nuevo radiotelescopio va a proporcionar dos clases de información muy importantes. La primera es “si sale una eyección de masa coronal del Sol y viene hacia la Tierra”, explica a El Confidencial Consuelo Cid, catedrática e investigadora del equipo de Meteorología Espacial del Departamento de Física y Matemáticas de la universidad madrileña. La segunda, si en esos momentos “se pierde la señal de los satélites GNSS” y, por lo tanto, la navegación que nos proporcionan el GPS y otras herramientas.
El fin de semana de las auroras ya hubo algunas incidencias. “Conozco a amigos que tuvieron problemas con el GPS del coche y se perdieron, precisamente, cuando iban a ver la aurora en el monte”, comenta la investigadora. Más allá de anécdotas particulares, una antena GNNS de la Universidad de Alcalá registró perturbaciones. La calidad de la señal de Starlink, la constelación de satélites de Elon Musk que ofrece internet de banda ancha, se vio afectada. El satélite ICESat-2 de la NASA, que mide el espesor del hielo marino en el Ártico, experimentó una rotación inesperada y dejó de recopilar datos durante algunos instantes.
La fase más preocupante está por llegar
No obstante, el impacto fue más bien anecdótico en casi todo el mundo, según el balance que hacían varios expertos en la revista Nature. El problema es que un episodio de estas características se puede repetir en cualquier momento y ser mucho más grave. Estamos llegando al máximo solar, un periodo de mayor actividad que se repite de forma cíclica cada cierto número de años y en el que aparecen una gran cantidad de manchas solares en la superficie de nuestra estrella (regiones con una temperatura más baja y con una intensa actividad magnética).
Sin embargo, lo que está sucediendo esta vez es que “estamos ante una complejidad magnética de una mancha solar concreta”, aclara Consuelo Cid, en referencia a la región activa 3664. En general, hay más probabilidades de que esto suceda durante el máximo solar, pero en realidad, “la fase más preocupante del ciclo solar para las tormentas geomagnéticas es la parte descendente del ciclo”. Esto se debe a que es entonces cuando se producen, a la vez, distintas formas de actividad del Sol: “No solo hay más manchas, sino otro tipo de actividad que puede interaccionar con ellas”, comenta.
Esto quiere decir que, en los próximos meses, cuando se llegue verdaderamente al máximo solar y comience a descender la actividad, es cuando existen más probabilidades de que se produzcan eyecciones solares importantes. No se sabe exactamente cuándo llegará el momento. No obstante, “esto es como la diferencia entre el clima y el tiempo”, explica la experta, “que el clima sea seco y caluroso en agosto no impide que caiga una tormenta y te mojes”. Dicho de otra manera, puede ocurrir en cualquier momento, pero ahora tenemos más papeletas para sufrirlo.
Mucha incertidumbre
En cualquier caso, lo que ocurrió el fin de semana del 10 al 12 de mayo es un aviso del que los científicos han tomado buena nota, porque se produjeron ocho eyecciones de masa coronal, una tras otra. “La cuarta era especialmente preocupante, porque salió a más de mil kilómetros por segundo y tenía delante a las otras tres eyecciones que habían salido antes, y a las que alcanzó”, relata la catedrática. El resultado fue “un medio interplanetario con campos magnéticos muy fluctuantes e intensos, así que perturbaron magnéticamente todo el entorno terrestre”.
La Universidad de Alcalá registró 400 nanoteslas, una medida que estima la perturbación del campo magnético en el suelo terrestre y que, en este caso, es válida para el conjunto de la península Ibérica, ya que coincide con los registros de San Fernando (Cádiz) y en Coimbra (Portugal). ¿Es poco o es mucho? En octubre de 2003 en España se llegaron a registrar 800 nanoteslas, justo el doble. La tormenta solar más famosa de la historia, en 1859, —conocida como evento Carrington porque el astrónomo inglés Richard Carrington tuvo la suerte de observar en la superficie del Sol las llamaradas que la provocaron— alcanzó las 1.600 nanoteslas.
Con esos precedentes, podríamos pensar que la actividad solar actual no es tan importante y que podemos estar tranquilos. Sin embargo, toda esta historia esconde varios datos preocupantes. La primitiva tecnología de mediados del siglo XIX sucumbió a la tormenta geomagnética que alcanzó la Tierra 17 horas después de que Carrington observara las anomalías del Sol en su telescopio: los telégrafos dejaron de funcionar en todo el planeta debido a la sobrecarga de electricidad de la atmósfera, e incluso provocaron incendios y algunos operarios acabaron heridos. La luz de las auroras boreales fue muy intensa.
Pues bien, según los astrónomos, la gran mancha solar que están observando en la actualidad, y que ha ido creciendo en los últimos meses, podría ser tan grande como la que provocó el evento Carrington. Aunque no se sabe con seguridad cómo fue aquella, porque solo tenemos los dibujos del inglés, podrían ser comparables. Hace días, los observatorios informaban de una extensión gigantesca: más de 200.000 kilómetros, unas 15 veces el diámetro de la Tierra. Ese dato, en sí mismo, no permite pronosticar ningún evento catastrófico, pero es uno de los ingredientes que harían falta.
Más tecnología, más vulnerabilidad
Ante esa posibilidad, la mala noticia es que cada vez tenemos más tecnología, más satélites y mayor dependencia de las telecomunicaciones. Incluso la situación del año 2003, con su importante perturbación, es incomparable con la actualidad. Así que, si llega a ocurrir una eyección de dimensiones históricas, en realidad “no sabemos cuantificar hasta dónde nos pueden afectar los problemas”, reconoce Consuelo Cid. Podemos predecir uno de estos fenómenos con algunas horas de antelación, incluso más de un día, pero cuando la eyección alcance nuestro planeta no sabemos exactamente lo que pasará.
Los satélites, los sistemas de navegación, las comunicaciones a través de internet, las transacciones bancarias y hasta el despegue y aterrizaje de aviones podrían sufrir incidencias, según los expertos. “Una buena forma de evitar problemas es establecer más conexiones, para que las corrientes que se van a inducir se distribuyan en un circuito más amplio”, apunta la catedrática, que reclama una mayor preparación. “Lo que no podemos hacer es esconder la cabeza bajo el ala, hay que tomar decisiones”, advierte.
La Universidad de Alcalá ya ha establecido un acuerdo de colaboración con el Ejército del Aire y del Espacio. El nuevo radiotelescopio, que no estará en pleno rendimiento hasta finales de junio o principios de julio, puede proporcionar información muy valiosa en momentos clave. En particular, la experta llama la atención sobre el hecho de que, durante esos episodios, las comunicaciones pueden fallar de formas inesperadas. “Si usas WhatsApp, no confíes en que tu mensaje ha llegado, aunque veas los dos tics azules”, pone como ejemplo.
Font, article de José Pichel per a "El Confidencial"
No hay comentarios:
Publicar un comentario