Teorías como la deriva continental fueron vilipendiadas durante décadas por los científicos de renombre de la época. (NASA)
El astrofísico de Harvard Avi Loeb cuenta tres casos fundamentales donde los científicos apoltronados ridiculizaron a científicos que al final revolucionaron la ciencia con sus teorías
Posteriormente, Wegener razonó correctamente que ambos lados del Océano Atlántico comparten el mismo tipo de roca, estructuras geológicas y plantas fósiles. Combinó evidencia de varios campos para teorizar que los continentes de la Tierra vez fueron en su día parte de una enorme masa de tierra única. Este supercontinente primitivo fue posteriormente denominado ‘Pangaea’, un nombre que significa ‘Toda la tierra’ en griego. Sin embargo, la tesis revolucionaria de Wegener también contenía algunos errores y omisiones iniciales. Uno de los errores fue su suposición “que el sial cubrió toda la superficie de la Tierra”, y su principal omisión fue identificar el verdadero impulsor de la propuesta deriva continental.
La hipótesis de Wegener fue recibida con burla y escepticismo por parte de los geólogos, que lo veían como un intruso y se resistían a cambiar sus puntos de vista tradicionales. El distinguido científico de Harvard Andy Knoll afirma en su libro ‘Una breve historia de la Tierra’: "Wegener resumió sus ideas en un libro de 1915, ‘Los orígenes de los continentes y los océanos’. Decir que la respuesta a su hipótesis fue ‘mixta’ subestima el vigor del debate que siguió. Destacados científicos norteamericanos y europeos, retrospectivamente etiquetados como ‘fijistas’, rechazaron las ideas de Wegener porque no podían concebir un mecanismo mediante el cual los continentes pudieran fluir sobre las cuencas oceánicas... Por supuesto, los fijistas ocupaban prestigiosas cátedras en universidades europeas y norteamericanas, superando a esas pobres almas sureñas que simplemente examinaban rocas”.
El geólogo alemán Max Semper escribió en 1917 una crítica a la teoría de Wegener, que terminó con el ridículo y la burla hacia Wegener como un intruso: “... así que sólo se puede pedir que se mantenga la distancia necesaria y la petición de dejar de honrar a la geología en el futuro para visitar las especialidades que hasta ahora se han olvidado de escribir encima de su puerta: ‘¡Oh santo San Florián, perdona esta casa, prende fuego a otras!’”
Wegener murió en 1930. En 1943, el paleontólogo más influyente del siglo XX, George Gaylord Simpson, escribió un largo estudio que criticó duramente la teoría de Wegener y argumentó que las similitudes de plantas y animales entre los continentes podrían explicarse por masas de tierra fijas que con el tiempo fueron conectadas y desconectadas por inundaciones periódicas.
Apenas una década antes de esta lluvia de meteoritos, un físico llamado Ernst Chladni publicó un libro en 1794 que sugería que los meteoritos procedían del espacio. La historiadora Úrsula Marvin escribe que Chladni dudaba en publicarlo porque sabía que estaba “contradiciendo 2000 años de sabiduría, heredada de Aristóteles y confirmada por Isaac Newton, de que no existen cuerpos pequeños en el espacio más allá de la Luna”. Las reacciones al libro de Chladni variaron desde el escepticismo hasta el ridículo. Hoy en día, Chladni es considerado el padre fundador de la idea y estudio de los meteoritos.
Unos meses después de la caída de los meteoritos en L'Aigle, el físico Jean-Baptise Biot viajó allí durante nueve días para analizar el suceso. Biot creía firmemente en el poder de la comunicación científica, y su informe literario sobre la caída del meteorito de L'Aigle tuvo eco en los medios populares y en la comunidad científica, amplificando su conclusión de que "cayeron piedras alrededor de L'Aigle". Debido a que su informe se basó en pruebas de muchos testigos independientes, despertó un amplio interés público.
El investigador Matthieu Gounelle escribió que "Biot distinguió dos tipos de evidencia de un origen extraterrestre de las piedras". Primero, el tipo de piedra que había caído era totalmente diferente a cualquier otra piedra disponible localmente, pero era similar a la piedra de barbotán caída de un meteorito en 1790. Biot escribió: “Las fundiciones, las fábricas, las minas de los alrededores que he visitado, no tienen nada en sus productos ni en sus escorias que tengan relación alguna con estas sustancias”. En segundo lugar, a diferencia de las caídas de meteoritos anteriores, hubo múltiples testigos “que vieron 'una lluvia de piedras arrojadas por el meteorito'”, escribe Gounelle. Los testigos procedían de diferentes orígenes, por lo que Biot razonó que sería ridículo pensar que todos habían conspirado para informar sobre algo que en realidad no había sucedido.
Avancemos rápidamente al tercer cambio de paradigma sobre las rocas que podríamos estar presenciando en este momento. El 8 de enero de 2014, los sensores a bordo de los satélites espías del gobierno de EEUU detectaron una bola de fuego de un meteorito que se movía rápidamente. Un estudio que escribí con mi antiguo alumno Amir Siraj demostró que los datos indican que el meteoro era de origen interestelar por su velocidad. Aunque la medición de la velocidad fue verificada dos veces por el Comando Espacial de EEUU, su origen interestelar fue ridiculizado repetidamente por los expertos en meteoritos que publicaron otro estudio alegando que los datos deben estar equivocados y que este meteoro es del sistema solar. En junio de 2023, dirigí una expedición al lugar del Océano Pacífico donde se produjo la bola de fuego del meteorito, que resultó en un nuevo estudio detallando nuestros hallazgos sobre la composición química inusual del material. Los críticos argumentaron que este material era ceniza de carbón. Analizamos 55 elementos de la tabla periódica y publicamos un estudio demostrando que no se trata de cenizas de carbón. Al mismo tiempo, también publiqué otro estudio con mi alumno de postdoctorado Morgan MacLeod que sugiere un origen astrofísico natural para las propiedades de este meteoro interestelar. Los críticos ignoraron esta explicación por completo y posteriormente argumentaron que fuimos al lugar equivocado porque, si se ignoran los datos del gobierno de Estados Unidos —datos que se niegan a creer— las incertidumbres sobre la localización son demasiado grandes. Escribí un estudio de respuesta que muestra cómo nuestra expedición examinó la ubicación identificada por el Comando Espacial de EEUU basándose en la luz de la bola de fuego, que es más precisa que otros conjuntos de datos.
Como dijo el filósofo George Santayana: "Aquellos que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo".
Font, article de Avi Loeb per a"El Confidencial"
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