Jean-Jacques Hublin es uno de los más prestigiosos paleontólogos del mundo y acaba de ser galardonado con el premio Balzan por su aportación a los estudios de la evolución humana. Hablamos con él en Suiza.
Jean Jacques Hublin (Argelia, 1953) es uno de los paleoantropólogos más prestigiosos del mundo y lleva casi cincuenta años dedicándose a responder a este interrogante estudiando a los Neandertales, los primeros Homo sapiens y sus interacciones con resultados espectaculares como los hallazgos de Jebel Irhoud (Marruecos) en 2017, que resaltaron que el Homo sapiens habitó el norte de África hace 300.000 años (y no solo el África subsahariana como se pensaba). Es el actual director de la Sociedad Europea para el Estudio de la Evolución Humana y profesor en el Instituto Max Planck, la Universidad de Leiden y la Universidad de Leipzig. Y acaba de ser galardonado en Berna (Suiza) con el premio Balzan, que otorga la Fundación Balzan, por su contribución al estudio de la evolución de la Humanidad. Una verdadera eminencia en su campo.
Nos reunimos con él justo después de la entrega del premio para plantearle directamente la pregunta: por qué estamos nosotros aquí y otros, que también estuvieron durante millones de años, no. Respuesta rápida: porque todo en esta vida se acaba. Respuesta que exige muchos años de estudios: "Porque fuimos los mejores exprimiendo un limón".
Detrás de ese veredicto se encuentra un arduo conocimiento de la evolución humana que tiene que ver con cómo el Homo sapiens fue capaz de desarrollar una serie de habilidades que otros homínidos de la subtribu Homo —los humanos de la familia de los primates erguidos que andamos solo con dos pies— no pudieron. Y cómo eso se debió de forma muy importante a la relación que nosotros establecimos con la naturaleza. Es decir, en toda esta historia hay causas biológicas que se relacionan de forma muy estrecha con las culturales.
"En biología existe el término niche construction (construcción de nicho) para definir cómo las especies modifican su propio entorno. Hay muchos ejemplos en la naturaleza como las víboras o las termitas. Ellas crean su propio entorno y se adaptan a él. Pues bien, los humanos hacemos exactamente lo mismo. En otras palabras, lo que ocurre es que para desarrollar toda la tecnología que permite modificar nuestro entorno lo que sucedió es que desarrollamos de una manera más eficiente nuestro cerebro, lo que no ocurrió nunca con las termitas o las víboras", reflexiona el científico. Ni tampoco lo hicieron las otras especies de homínidos.
Todo está en el cerebro (pequeño)
La clave de la evolución, efectivamente, está en nuestras cabezas, como él mismo investigó en el yacimiento de Jebel Irhoud, donde halló aquellos Homo Sapiens tempraneros (de hace 300.000 años) que se parecían muchísimo a todos nosotros (la cara, la dentición…) menos en el cerebro. "Vimos una reorganización en términos de forma, de disposición de los diferentes elementos, vemos que el cerebelo también cambia bastante. Y sabemos también que hay un número de mutaciones que sucedieron, que dieron lugar a cambios neuronales y que hicieron que desarrolláramos unas mejores conexiones", comenta Hublin.
Si bien este cerebro era, digamos, neuronalmente distinto, sí era similar al nuestro en cuanto al tamaño, lo cual no es una nota menor. De hecho, la gran cabeza neandertal fue un desastre para ellos. "Es un órgano maravilloso porque nos permite hacer cosas, pero también consume una energía enorme. De hecho, consume el 20% de nuestro metabolismo basal mientras que solo representa el 3% del tamaño de nuestro cuerpo. Por tanto, para mantener este órgano tan costoso tenemos que ahorrar energía en otros aspectos biológicos como el movimiento, la digestión, la reproducción…", sostiene.
Los neandertales tenían un cerebro bastante grande, lo que les suponía un coste muy alto de energía. Sobre todo en una época en la que no había grandes comodidades y había que salir a buscar comida, calor, techo. "Si eres un neandertal y necesitas sacar 4.000 kilocalorías al día del entorno para mantenerte, eso es mucho. Por eso, este grupo de humanos estuvo siempre en riesgo. Así que lo que parece que ocurrió con nuestra especie es que en lugar de ir incrementándose el tamaño del cerebro nosotros fuimos en otra dirección y esa no fue otra que hacer el cerebro más eficiente sin incrementar demasiado su tamaño", señala el paleontólogo.
En definitiva, nuestro cerebro era más pequeño que el neandertal (que se pasó de largo), estaba mejor amueblado y tenía menos gastos.
Especies humanas violentas
Otra de las cuestiones que se plantean con respecto a la desaparición de las especies son sus relaciones, tanto violentas como afectivas. Es sabido que hubo "afecto" entre neandertales y Homos sapiens —a última hora, eso también— en esa Europa gélida que poco tenía que ver con la actual —el clima en el sudeste europeo prácticamente era como el de Escandinavia hoy— y a la que los Homo sapiens llegaron no tanto por el clima. Es más, si uno lo piensa no hay muchas razones climáticas para salir de una África templada a una Europa en la que era enero todo el año.
"No, no fue el clima. Vienen quizá por presiones internas entre estos grupos de Homo Sapiens que hacen que unos se vayan al norte… Pero lo que vemos también es que no hubo una oleada de gente sino que vinieron en grupos pequeños, que llegaron unos después de otros y que se fueron a parar a diferentes regiones. Y las relaciones con los neandertales también fueron distintas entre los distintos grupos", cuenta Hublin, quien además apostilla que estos primeros Homo Sapiens "europeos" también desaparecieron y los que se quedaron fueron los que llegaron en, esta ya sí, una gran oleada posterior.
"El 'Homo sapiens' tenía una mejor habilidad para recolonizar territorios. Lo hacían más rápido que los neandertales"
En Europa se encuentran unos neandertales que tampoco son pacíficos. Según Hublin, no obstante, ningún homínido lo es. La prueba la dio, por ejemplo, la Sima de los Huesos de Atapuerca donde se descubrieron cráneos neandertales con traumas. "Y la mayoría de estos traumas eran fatales. Muchos de ellos están localizados en la parte frontal y en el lado izquierdo. Es decir, si yo te golpeo con mi mano derecha te voy a dar en tu lado izquierdo o en la frente. Por tanto, parece que los neandertales no eran tan pacíficos como podríamos pensar", señala.
Aunque no fuera algo generalizado, si se tuvieron que pelear con los Homo sapiens, lo hicieron. "Es que tenemos a grupos de humanos que, por ejemplo, básicamente tenían para explotar los mismos animales en el mismo área del mismo entorno", manifiesta. Y, nuevamente, ahí el Homo sapiens lo hizo mejor. "Tenía una mejor habilidad para recolonizar territorios cuando estos quedaban libres de nuevo. Lo hacían más rápido que los neandertales. Y lo hacían más rápido porque tenían una biología mejor y un éxito de reproducción mejor: sus niños vivían mejor, crecían mejor, sobrevivían mejor… Y no estamos hablando tampoco de poblaciones de millones de personas sino de cientos, miles de personas como mucho. Y puedes reemplazar con bastante rapidez un grupo de personas por otro", explica. La gran imagen de la evolución es esta.
Estamos aquí porque cooperamos
Hublin ha señalado en alguna entrevista que la evolución procede de la extinción. Es decir, para que haya algo nuevo y diferente, otra cosa tiene que morir. "Si hablo de extinción es porque hubo especies de homínidos que existieron y se extinguieron y, por el momento, solo nosotros seguimos aquí. Si piensas en eso es la muerte la que produce la evolución. Hoy no hay ya dinosaurios, pero sí hay muchos pájaros y muchos mamíferos", manifiesta.
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