Incluso cuando los coches norteamericanos son más grandes que nunca, sus cifras de emisiones y gasto de combustible son las más bajas de siempre.
Tradicionalmente, pensar en el parque automovilístico norteamericano era sinónimo de grandes camionetas, con anchos de vía descomunales que ocuparían dos carriles en Europa y, sobre todo, con motores de gran cilindrada que no harían sino ‘quemar’ gasolina como si no hubiera límite. Un hecho, este último, que no era para nada irreal, más cuando el galón de gasolina (el equivalente a casi cuatro litros) costaba incluso menos que un litro dentro de nuestras fronteras.
Pero eso, de manera progresiva, ha ido quedando en el olvido. Los tiempos cambian e incluso en el país más tozudo y tradicional del mundo, es posible modificar la tendencia automovilística. Parte de culpa la tienen no solo los partidos demócratas sino la situación medioambiental global. Gracias a ellos, Estados Unidos ha ido poco a poco abrazando la electrificación e incluso en algunos estados la cuota comercia de los modelos electrificados es casi la misma que la de los de combustión, sino superior.
Nunca se gastó menos…
No solo eso, sino que la EPA ha observado que todos los segmentos han mejorado sus cifras, siendo especialmente significativo el de los utilitarios deportivos que incrementaron su economía de ahorro en 2.4 mpg, es decir, que se han ahorrado casi 10 l/100 km. Parte de responsabilidad en estos datos tan buenos es, evidentemente, el auge de los sistemas de propulsión electrificados y alternativos que ayudaron a ahorrar casi 20 l/100 km. Una tendencia que según la EPA se espera que mejore para el análisis de 2023.
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