Un proyecto ambicioso de energía solar que ha puesto a prueba la viabilidad de esta tecnología en condiciones reales
Es la segunda planta de energía termosolar más grande del mundo, construida a una escala seis veces mayor que la española Gemasolar y capaz de almacenar hasta 1,1 GWh de energía para suministrarla a 100.000 personas.
La luz concentrada calienta este fluido, que puede ser aceite sintético, agua, o sales fundidas, que pueden almacenar el calor durante varias horas, para alcanzar temperaturas muy altas, normalmente entre 300 y 600 grados Celsius. Después se transporta a un intercambiador de calor, donde su energía térmica se transfiere a agua, produciendo vapor. Este se dirige a una turbina de vapor, similar a las utilizadas en las plantas de energía convencionales que la hace girar y que está acoplada a un generador eléctrico que convierte la energía mecánica en electricidad, que se distribuye a la red eléctrica.
Después de pasar por la turbina, el vapor se condensa y se recicla para ser calentado nuevamente. El fluido portador, que ha transferido su calor al intercambiador, se enfría y se recircula al sistema de concentración para ser calentado nuevamente.
La quiebra de la instalación termosolar más grande del mundo
Crescent Dunes es una planta de energía solar termoeléctrica ubicada cerca de Tonopah, Nevada, construida por la empresa SolarReserve e inaugurada en 2015. Fue una de las primeras instalaciones comerciales en utilizar tecnología de almacenamiento de energía térmica basada en sales fundidas. La planta utiliza un campo de 10.347 heliostatos (espejos) que concentran la luz solar en una torre central generando una potencia total de 110 MW.
Su característica más destacada es su enorme capacidad de almacenar energía térmica en las sales fundidas que le permite generar electricidad incluso cuando el sol no está brillando, ofreciendo una solución a la intermitencia de la energía solar. De hecho es la segunda en utilizar esta tecnología tras la planta Gemasolar en España, pero construida a una escala seis veces mayor generando electricidad para 100.000 personas.
Sin embargo, aunque la tecnología era prometedora, esta planta se ha enfrentado a varios desafíos, tanto técnicos como económicos. En 2019, la planta dejó de operar debido a problemas con el sistema de almacenamiento de sales fundidas y la falta de financiación.
El presupuesto de Crescent Dunes alcanzaba los 1.000 millones de dólares financiados por inversores como Warren Buffet o Citigroup con préstamos del gobierno.
Todavía como un proyecto, la construcción y operación de la planta generaron preocupaciones sobre el impacto ambiental, especialmente en la fauna y flora local. La planta ha tenido que lidiar con regulaciones y permisos ambientales. Las plantas termosolares pueden afectar a las aves y otros animales debido a la alta intensidad de luz y calor que generan.
Una vez construida, inicialmente, se informó de problemas con el sistema de sales fundidas relacionados con fugas y dificultades con el manejo de las sales a altas temperaturas. También se mencionaron preocupaciones con el sistema de heliostatos. La calibración y el mantenimiento de estos espejos resultaron ser más complejos y costosos de lo esperado.
Además de estas dificultades técnicas, los sistemas complejos, como los de heliostatos y el receptor central, requieren una atención constante y especializada, lo que ha elevado los costes operativos y de mantenimiento. Los problemas como las fugas en los sistemas de sales fundidas y los fallos en el equipo, han llevado a costosos trabajos de reparación y modificaciones.
El rendimiento en la generación de electricidad ha sido menor al esperado. La planta no ha logrado alcanzar consistentemente las capacidades de producción previstas durante su fase de diseño. En consecuencia, ha tenido que enfrentarse a interrupciones en su funcionamiento, afectando a su capacidad de generación continua. Por lo tanto, la planta ha tenido problemas para generar los ingresos esperados, lo afectando el retorno de la inversión.
Como consecuencia, Crescent Dunes se ha enfrentó a dificultades financieras que acabaron, en 2019, con la demanda de NV Energy, la compañía eléctrica de Nevada, a SolarReserve por incumplimiento del contrato de entregar el 100% de la electricidad que generase durante 25 años: 500.000 MWh al año. Nunca se alcanzaron los objetivos de producción de energía y la que llegó lo hizo a un precio exorbitante.
Los inversores de Crescent Dunes se retiraron del proyecto y también demandaron a SolarReserve por una mala administración del capital. Un año después, Crescent Dunes fue declarada en quiebra, expropiada y pasó a manos del gobierno.
Una empresa española implicada
Como co-propietaria y encargada de la ingeniería de la planta, la empresa española ACS-Cobra, filial del Banco Santander y del Grupo ACS dirigido por Florentino Pérez y que fue adquirida por el grupo francés VINCI en 2021, fue culpada de este fracaso por Bill Gould, cofundador de SolarReserve, que alegaba que se había diseñado un depósito de almacenamiento defectuoso.
Sin embargo, no tomó medidas legales contra ella. El problema con el tanque de sal de Crescent Dunes se debía a su excesivo tamaño. Técnicamente, en diámetros grandes, el riesgo de fallo por cargas cíclicas se incrementa considerablemente debido a las grandes variaciones de temperatura, causantes de una mayor expansión de las sales, lo que aumenta las fuerzas de compresión.
En 2021, tras suspenderse la deuda, la central continúa operando de la mano de ACS, que ha firmado un nuevo contrato con NV Energy, aunque genera electricidad a un precio demasiado alto.
Font, article de Gonzalo García per a "Híbridos y eléctricos"
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