Con sus más de 500 km, la autopista de Tarim, o carretera de Tarim, está considerada la carretera más larga construida en un desierto. Concretamente cruza el desierto de Taklamakán, al noroeste de China. Pese a ser una de las zonas más áridas del planeta esta infraestructura está flanqueada por un enorme cinturón verde.
Esta "muralla" china vegetal tiene un propósito: que esta autopista no quede enterrada bajo la arena. Toda una obra de ingeniería biológica que lleva años protegiendo su asfalto y permitiendo que siga siendo practicable.
Una gigantesca carretera custodiada por una 'muralla verde' gracias a un lago subterráneo
La autopista de Tarim conecta las ciudades de Luntai y Mifeng. Fue creada esencialmente para transportar petróleo y gas, pues el desierto de Taklamakán cuenta con enormes yacimientos de ambos recursos. Así, sus usuarios principales son enormes camiones.
Fue en 1989 cuando se propuso la construcción de esta carretera: se comenzó a construir en 1993 y, como ocurre la mayoría de las mastodónticas obras de ingeniería chinas, se completó en tiempo récord. En 1995 estaba lista, con una extensión total de 552 km y conformada en realidad por dos carreteras principales y una secundaria.
De esos más de 550 km, la gran mayoría (unos 446 km) están en pleno desierto. Un mar de dunas y arena infinito a la vista: a este desierto también se le conoce como el 'Mar de la Muerte', siendo uno de los más grandes del planeta con una superficie de más de 330.000 km2.
Durante años, esta autovía ha sufrido las inclemencias de la zona. En particular las cruentas tormentas de arena: las dunas acabaron devorando su piedad sus tramos, enterrando la carretera. Todo un problema dada su importancia para el transporte de petróleo. Y por la propia vía en sí, cuya construcción exigió una enorme inversión de miles de millones de euros para el Ejecutivo chino.
Más de 3.000 hectáreas de vegetación en el Mar de la Muerte. La solución para frenar esta invasión de la arena ha sido la de crear una barrera a base de vegetación que la flaquea en toda su extensión. Está compuesta de matorrales y árboles y es enorme: más de 3.000 hectáreas. En concreto se extiende 400 km y tiene hasta 70 m de anchura a cada lado de la vía.
Previamente se concibió una zona de cultivo, a modo de pruebas, para determinar qué vegetación era la adecuada para este cometido. Por ejemplo varias especies de sauces.
Este cinturón forma parte del plan de reforestación del desierto de Taklamakán, protegiendo no solo la carretera sino también otras infraestructuras clave. Y asimismo las poblaciones del distrito de Maigaiti, que se ubica al completo en este desierto y que durante años han sufrido los efectos de las tormentas de arena. A finales de noviembre, el Gobierno chino anunció la finalización de este macroproyecto.
Este cinturón verde se aprobó en 2003 y desde entonces se han plantado cerca de 2 millones de arbustos y árboles. Todo esto en una zona totalmente desértica. Para hacerlo posible se han construido cientos de pozos (cada 1 o 2 km) que bombean el agua desde un acuífero subterráneo que contiene 36.000 millones de metros cúbicos de agua. Precisamente dieron con él en 2003. Este centenar de pozos bombean el agua a su vez al sistema de riego por goteo que mantiene viva la vegetación.
Uno empleo tan duro como solitario. Para mantener este sistema, el gobierno chino ha tenido que concebir estaciones especiales cada 4 km: en dichas estaciones viven, literalmente, los trabajadores que mantienen los diferentes tramos de este cinturón verde. Residen por parejas, completamente aislados de la civilización. Por ello, es un empleo de un máximo de dos años.
No en vano hablamos de una zona no solo solitaria, sino también sumamente inhóspita: las temperaturas máximas pueden llegar a los 50ºC mientras que cuando se oculta el sol pasan a ser gélidas, de hasta -40ºC. Gracias a ellos se mantienen esas miles de hectáreas de vegetación en el 'Mar de la Muerte' y a su vez permite la supervivencia de esta vital carretera.
Cruzarla, por cierto, es ya todo un reto en sí: solo hay una gasolinera en toda su extensión, además de unos pocos restaurantes que sirven como áreas de servicio para los transportistas que discurren por ella. En coche, se recorre en más de 9 horas.
Font, article de Alejandra Otero per a "Motorpasión"
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