La mayoría de los efectos negativos de los vuelos espaciales se revierten a los tres meses del regreso, lo que da pistas para prevenirlos y tratarlos
Los viajes espaciales alteran el cuerpo humano. Es algo que ocurre a nivel molecular, celular y fisiológico incluso en los viajes más breves debido a la acción conjunta de la radiación y la microgravedad, la ausencia casi total de la fuerza que nos mantiene pegados al suelo. La mayor parte de cambios se revierten al poco tiempo de volver a tierra, pero otros persisten más de tres meses, y pueden suponer un riesgo para la salud de los astronautas que se embarquen en misiones de varios años, como las necesarias para ir y volver de Marte.
Estos hallazgos se desprenden del análisis de la mayor base de datos de la historia sobre salud aeroespacial, que publica este martes la revista Nature bajo el nombre de SOMA. El repositorio, disponible en abierto y que multiplica por diez la cantidad de datos disponibles hasta ahora en el campo, lo desgranan 25 artículos científicos publicados en las distintas revistas del grupo editorial.
“Este paquete de papers es fruto del trabajo conjunto de muchos científicos de 25 países y 100 instituciones del mundo”, valora en rueda de prensa Christopher Mason, profesor de la Weill Cornell Medicine, y uno de los coordinadores de la investigación. “Es el mayor examen en profundidad que hemos tenido nunca de una tripulación espacial”, y permite comenzar a “entender lo que le pasa al cuerpo humano en el espacio”, concluye.
La base de datos incluye más de 3.000 muestras tomadas a los cuatro tripulantes de la misión Inspiration4, todos ellos civiles, antes, durante y después de un vuelo de tres días en el que orbitaron alrededor de la Tierra. Los cambios que experimentaron sus genes, sistema inmune, metabolismo y microbioma no supusieron un riesgo importante para su salud, según un artículo de Nature Communications. Esto sitúa a las misiones breves como el experimento perfecto para comprender con el mínimo riesgo los efectos que el ambiente espacial tiene en el cuerpo humano.
Datos que permiten, por ejemplo, analizar el daño que la radiación a la que están expuestos quienes viajan al espacio causa en órganos como los riñones, el cerebro o la piel y que, por ahora, hace de los viajes largos algo perjudicial para la salud. De hecho, algunos artículos también abordan la ética tras el boom de las misiones privadas y la democratización del espacio, dada la falta de conocimiento médico sobre sus consecuencias.
Behesti apunta que el trabajo conjunto tan solo permite comenzar a abordar la cuestión de cómo hacer seguras las misiones de larga duración, algo clave en un potencial viaje a Marte, que supondrá pasar años lejos de la Tierra. “Unos cuantos artículos analizan las contramedidas, y proponen usar fármacos ya aprobados, o nuevos para los cuales hemos encontrado dianas potenciales”, detalla. Lo importante, asegura, es que “ahora conocemos algunos mecanismos que se desregulan cuando estás en el espacio”.
El repositorio lo completan los resultados de estudios previos realizados sobre una cuarentena de astronautas, y que son consistentes con lo observado en la tripulación de Inspiration4. Los cambios que sufren los profesionales en estancias de más de seis meses en la Estación Espacial Internacional, también suceden entre amateurs, en viajes breves a mayor altura.
Es el caso, por ejemplo, del alargamiento de los telómeros (los extremos de los cromosomas), una de las consecuencias más conocidas de los viajes espaciales. “Sabíamos que ocurría en las misiones largas de entre seis meses y un año, y ahora hemos tenido la oportunidad de preguntarnos cómo de rápido pasa”, explica Susan Bailey, de la Universidad de Colorado, otra de las coordinadoras del paquete. Los cambios son rápidos: los telómeros de los cuatro miembros de la tripulación crecieron entre un 17 y un 22% durante los tres días.
La recuperación, clave para identificar dianas terapéuticas
En menos de tres meses el 95% de las alteraciones habían vuelto a la normalidad
Una de las claves que ha permitido identificar estas potenciales dianas terapéuticas ha sido seguir la recuperación del cuerpo de los tripulantes de Inspiration4. En menos de tres meses el 95% de las alteraciones habían vuelto a la normalidad, según uno de los estudios, evidenciando una serie de mecanismos restaurativos naturales que los investigadores quieren tratar de imitar con fármacos mientras dure el viaje.
Insisten, aún así, en que la investigación todavía está en sus primeras etapas: harán falta análisis más detallados sobre un número mayor de personas para poder generalizar los hallazgos y desarrollar medidas concretas que sean efectivas para el grueso de los astronautas, dado que muchas de las alteraciones difieren de persona a ersona. Por ejemplo, la recuperación es más rápida en los genes de las mujeres que en los de los hombres, según otro de los estudios, y los cambios en el sistema inmune también difieren en función del sexo.
Los investigadores esperan que la base de datos pueda ampliarse en el futuro al sumar datos de nuevas misiones, tanto públicas como privadas. También tienen pendiente analizar más muestras de Inspiration4 que, de momento, han almacenado. Por ahora, escriben, SOMA “es solo el primer paso para resolver los muchos riesgos y necesidades de las misiones a largo plazo”.
Font, article de Marc Masip per a "La Vanguardia"
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