Nuestra estrella anfitriona tiene una impresionante fuerza de gravedad.
La gravedad del Sol atrae a los planetas, pero su velocidad orbital es lo suficientemente alta como para que no caigan directamente hacia él.
Si los planetas no estuvieran girando, caerían directamente hacia el Sol. Sin embargo, su velocidad orbital les da una fuerza centrífuga que los empuja hacia afuera, contrarrestándose con la gravedad de la estrella masiva. Esto crea una órbita estable alrededor del Sol.
La velocidad orbital de los planetas tiene diferentes niveles que dependen de su distancia del Sol. Los más cercanos, como Mercurio y Venus, tienen velocidades orbitales más altas que los más alejados, como Júpiter y Saturno. Esto se debe a que la gravedad del en ese punto es mucho más fuerte.
La Tierra, por ejemplo, orbita el Sol a una velocidad de 30 kilómetros por segundo. Esta rapidez es lo suficientemente alta como para que nuestro mundo no caiga directamente hacia nuestra principal fuente de energía, pero lo suficientemente baja como para que no se escape de su órbita.
Eso de la velocidad se puede explicar con el ejemplo de los aviones. Los cuerpos que habitan en el mundo están pegados al suelo, por la gravedad del planeta. Entonces, para que puedan volar sin caer, se debe alcanzar una velocidad suficiente como para poder despegar de manera controlada y mantenerse en el cielo.
Font, article de Alberto Sandoval per a "FayerWayer"
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