A pesar de que en los últimos meses las ventas de vehículos eléctricos están aumentado en España, seguimos a la cola de electromovilidad: en el mes de mayo solo el 4,8% de los vehículos vendidos son eléctricos puros, llegando al 11,3% si contamos también los híbridos enchufables.
Estos datos contrastan con los de países de la UE, que en los llevan de 2023 tienen un 21% de este tipo de vehículos o incluso un 31,4% si nos vamos a Alemania. Nuestro vecino Portugal anda por un 21%, luego España va por detrás de los vecinos más cercanos. Y este retraso no es solo de ventas sino también de infraestructura de carga.
Sin embargo, lo que para muchos puede parecer un retraso inaceptable en la electrificación de la economía (que es imprescindible para la descarbonización que pretende la UE) puede ser una ventaja competitiva de España para las próximas décadas.
Ser los primeros no siempre es bueno
Hay un hecho innegable y es que hasta la llegada de la inflación los vehículos eléctricos eran sensiblemente más caros que los de combustión. A día de hoy estas diferencias se han difuminado un poco aunque en general los eléctricos son más caros con algunas excepciones.
Hay muchos matices, claro, ya que el mayor coste del vehículo se puede ver compensado por un menor coste de la energía y dependiendo del número de kilómetros realizados al año el coste total puede ser inferior en algunas ocasiones. De hecho existen calculadoras para hacer números.
Pero lo que está claro es que para tener un parqué de vehículos eléctricos hay que realizar una mayor inversión, del bolsillo de todos los ciudadanos. Además hay que realizar inversiones privadas y públicas en infraestructura de carga. Y para salvar la diferencia inicial de precio y que los ciudadanos cambien el paradigma hay que crear subvenciones (que además en muchos casos son regresivas ya que normalmente se benefician más los coches más grandes y caros).
Un caso significativo es el de Noruega, que llevan una gran delantera a todo el mundo en electrificación de los vehículos, pero para lo cual han tenido que gastar mucho dinero en subvenciones, en red de cargadores y en habilitar su infraestructura eléctrica para el exceso de demanda.
El ejemplo de las renovables
En 1997 España empezó a subvencionar las energías renovables para hacer más verde la producción eléctrica. Sin embargo fue en 2007 cuando el régimen de subvenciones se descontroló, con una mala ley que posteriormente fue corregida en 2012 pero que nos metió en problemas con los inversores internacionales.
Sin querer profundizar en dicha historia lo cierto es que desde 1997 a 2020 España se ha gastado 100.000 millones de euros en subvencionar energías renovables, mientras que a día de hoy, en 2023, aunque grid es más verde que el de otros lo cierto es que ha sido muy caro. Y actualmente instalar renovables se puede hacer a precio de mercado, sin necesidad de subvenciones.
Por tanto España llegó pronto al tema de las renovable, lo cual costó mucho dinero, hubo que parar el desarrollo temporalmente y aunque estamos en buena posición, la inversión ha sido excesiva. Los que van por delante en una tendencia siempre pagan más.
Llegar los últimos nos puede salir más barato
En el caso de la electrificación de los vehículos está claro que España va tarde. Pero esto puede ser una ventaja. Los precios de los vehículos electricos empiezan a ser competitivos y tiene pinta de que en los próximos años no va a hacer falta subvenciones. Crear infraestructura de carga es ahora mismo más barato que hace unos años, ya que hay más fabricantes y empresas especializadas.
Por tanto aunque lleguemos tarde no hemos tenido que invertir en exceso. La electrificación puede que la hagamos sin necesidad de subvenciones, con lo que podemos dedicar el dinero a otras cosas. Es el famoso coste de la oportunidad, tanto de individuos, empresas o incluso el Estado.
Font, article de Alejandro Nieto per a "El blog salmón"
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