Gracias a un material más económico y abundante como el negro de humo, se podrían transformar las carreteras en enormes fuentes de energía para la carga de vehículos eléctricos.
La autonomía y los tiempos de carga son dos de las variables que más afectan, como bien sabemos, a la decisión de compra de un vehículo eléctrico. Pero con el horizonte y el foco puesto en el 2035, año en el que se prohibirá todo motor de combustión que no emplee combustible sintético, es de vital importancia que la estrategia eléctrica gubernamental eléctrica comience a instalar puntos de carga, ya sean rápidos como de potencias cercanas a los 22 kW para satisfacer así las necesidades de desplazamiento de los usuarios. En este sentido, desde hace tiempo se ha abierto la vía de convertir las carreteras en zonas de carga constantes, en las que gracias a la tecnología inductiva los vehículos puedan mantener los valores de carga. Tecnología que ya se ha probado en Suecia y Francia o Noruega y que ahora podría entrar en una nueva fase al otro lado del océano Atlántico.
Porque investigadores del MIT están trabajando en el desarrollo de un hormigón capaz de generar electricidad para cargar las baterías de los coches cero emisiones. La gran novedad parece ser el hecho de haber transformado las propiedades del cemento, pues de normal este material no es un buen conductor de la energía. Sin embargo, el grupo de investigadores del MIT que trabajan en el Instituto Wyss de Ingeniería de Inspiración Biológica ha conseguido que uno de los principales ingredientes del hormigón pase a ser un buen condensador gracias a la combinación con otros materiales que sí son buenos conductores de la energía tales como el grafeno o los nanotubos de carbono.
UN MATERIAL ECONÓMICO
Pero como suele ocurrir en estos casos, el escollo principal es el coste demasiado elevado de estas soluciones. Circunstancia que no ha hecho sino que estos investigadores tuvieran que buscar otras soluciones más económicas con la buena fortuna de haberlos encontrado según Science. Hablamos en este caso el conocido como negro de humo, un elemento que seguramente te suene por su empleo como pigmento o, si estás más familiarizado con el mundo automotriz, como refuerzo en los neumáticos y otros productos de caucho.
Pues bien, dado que su compuesto principal es el carbono, “el negro de humo es capaz de autoensamblarse formando un cable conductor conectado transformándose así en un fractal con una enorme superficie para contener carga eléctrica”, según comenta Admir Masic, uno de los autores principales de la investigación, publicada en MIT News. En combinación con un electrolito simple hecho de potasio y agua, forma lo que equivale a una batería. Hasta ahora, el equipo sólo ha fabricado un supercondensador del tamaño de un botón que puede alimentar una luz LED.
Sin embargo, predicen que si este nanocarbono negro se implantase en los cimientos de una casa, podría almacenar aproximadamente la cantidad de energía que esa casa usa en un día, y lo que es más importante, que podría ser empleado para que las propias carreteras se convirtiesen en enormes baterías que recibirían la energía de fuentes renovables como la solar o la eólica. En este punto, solo habría que añadir la tecnología inductiva para que dicha energía se transmitiese a los vehículos que pasan por ella.
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