jueves, 14 de marzo de 2024

“Tuve que cortar por lo sano”: la desconocida adicción de Bill Gates que ayudó a crear la Xbox

 

Uno de los episodios más desconocidos de la vida de Bill Gates (Reuters/Anushree Fadnavis)

El episodio sucedió en 1990, cuando Microsoft se encontraba ultimando el lanzamiento de Windows 3.1. Llegó a preocupar a todo su entorno, incluso a su por entonces novia Melinda.


En el año 1990, las oficinas de Microsoft eran un hervidero. ¿El motivo? La compañía de software se encontraba ultimando el lanzamiento más importante de su historia hasta aquel momento. Hablamos, en concreto, de Windows 3.1, cuyos cambios en el sistema de ventanas de la interfaz gráfica iba a marcar un antes y un después en la forma de trabajar con ordenadores. No era extraño que los programadores se pasasen el día entero allí (e incluso las noches) para cumplir con los plazos de entrega.

Además, Windows 3.1 fue la primera edición del sistema operativo de Microsoft que incluyó videojuegos. Para que los trabajadores pudiesen desconectar en determinados momentos durante sus maratonianas jornadas laborales, la compañía los puso a su disposición con antelación. Eso sí, con un propósito “oculto”: que fuesen ellos mismos los que los probasen y los que informasen de posibles errores. Así no era necesario contratar testadores ni dedicar específicamente a esta tarea recursos humanos de la empresa.

Sin duda, el Buscaminas fue el juego más popular de todos los que se incluyeron en Windows 3.1. Así lo asegura Kyle Orland en su libro Minesweeper, que gira en torno a su desarrollo. De hecho, hace especial énfasis en el modo en el que el propio Bill Gates se enganchó. Y es que al hombre que posteriormente se convertiría en el ser humano más rico sobre la faz del planeta le resultaba irresistible pasar las horas tratando de batir las marcas de sus empleados.

Llegó a ser preocupante

Hubo un momento en el que Bill Gates consideró que estaba dedicando demasiado tiempo al Buscaminas y decidió desinstalarlo de su ordenador. Una acción que fue “de cara a la galería”, ya que él mismo acabó revelando que jugaba a escondidas. Pero ¿cómo? Una noche, después de haber finalizado su jornada, se metió en el despacho de Mike Hallman y se pasó horas jugando con su ordenador. El problema es que, durante esa sesión, batió el récord que había establecido hasta entonces.

Bill Gates tenía dos opciones. La primera de ellas era no decir nada y dejar que Mike Hallman se atribuyese el mérito. La otra era escribirle a Bruce Ryan, jefe de desarrollo del primer pack de entretenimiento de Microsoft, y contarle que había batido el récord. Esto fue exactamente lo que decidió hacer, a pesar de que se delataría a sí mismo. Algo que encendió las alarmas en la mente del ejecutivo, las cuales se dispararon definitivamente cuando Melinda French, por entonces novia de Gates, le escribió un mensaje contándole que estaba preocupada por la cantidad de tiempo que dedicaba su pareja al Buscaminas.

En este punto, Bruce Ryan tuvo una idea brillante para “cortar por lo sano”: en lugar de tratar de convencer a Bill Gates de que dejase de jugar al Buscaminas, lo cual no había conseguido ni su propia pareja sentimental, tenía que desmotivarle. Para ello, creó una macro como las que actualmente se integran en Microsoft Office con el propósito de que, si en algún momento las minas se concentraban en una esquina, fuese posible resolver la partida en menos de un segundo. Una cifra absolutamente imbatible.

Aunque tardó algo más de cuatro horas, Bruce Ryan consiguió establecer un nuevo récord gracias al programa que había diseñado. Después, envió un mensaje a Bill Gates diciendo que había superado su récord y que el nuevo era inalcanzable, lo cual consiguió desmotivarle y logró que dejase de jugar. Ese fue el fin de su “adicción” al Buscaminas.

Hasta aquel momento, Microsoft nunca se había planteado entrar en la industria de los videojuegos. Es más, Bill Gates siempre fue reacio a ello. Sin embargo, según Kyle Orland, la forma en la que el fundador de la compañía se enganchó al Buscaminas hizo que empezase a cambiar de opinión y que viese con buenos ojos que su empresa crease una videoconsola. Eso sí, no como él quería que fuese, lo que provocó la conocida como “masacre de San Valentín”.

Font, article de R. Badillo per a "El Confidencial"

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