Olga Ibáñez y Ander Izeta, entre los investigadores que han descubierto qué genes nos hacen envejecer.
Forman parte del primer grupo de expertos en llegar a esta conclusión, que difiere de creencias anteriores y supone un salto de gigante en lo que sabemos sobre el envejecimiento.
Así lo pone de relieve un artículo de opinión publicado en la influyente revista Trends in Genetics, que reúne los hallazgos compartidos por cuatro grupos de investigación internacionales, uno de ellos formado por dos científicos españoles del Instituto de Investigación Sanitaria Biogipuzkoa (País Vasco). El resto se ubican en Países Bajos, Alemania y Estados Unidos.
Los cuatro equipos han llegado a la misma conclusión: la mayoría de los aspectos del envejecimiento biológico están relacionados con los genes más largos de nuestro cromosoma. Juntos, se han convertido en los primeros científicos en llegar a esta conclusión, que supone un avance en los conocimientos existentes sobre el envejecimiento.
En ese selecto grupo se encuentran Ander Izeta, presidente de la Sociedad Española de Terapia Génica y Celular y líder del grupo de Ingeniería Tisular del Instituto de Investigación Sanitaria Biogipuzkoa, y su compañera Olga Ibañez-Solé, investigadora del mismo grupo.
«Durante mucho tiempo, el campo del envejecimiento se ha centrado en los genes asociados con el envejecimiento, pero nuestra explicación es que es mucho más aleatorio: se trata de un fenómeno físico relacionado con la longitud de los genes y no con los genes específicos involucrados o con la función de esos genes», explica Izeta.
Lo que sucede, según el artículo, es que los genes largos que se vuelven menos activos con la edad. Los investigadores han constatado que esto pasa en una amplia gama de seres vivos, desde gusanos hasta humanos, en diversos tipos de células y tejidos.
¿Y qué acelera el envejecimiento porque disminuye la actividad de los genes largos? Entre otros motivos, el tabaquismo, el alcohol, el estrés oxidativo y la radiación UV. Por contra, también han demostrado que hay factores antienvejecimiento conocidos que retrasan el proceso y aumentan la actividad de los genes largos, como la restricción calórica. Los experimentos con ratones reforzaron esta teoría.
¿En definitiva? El desencadenante del envejecimiento es un fenómeno físico relacionado con la longitud de los genes y no con los genes específicos implicados o la función de esos genes, informan los científicos. Es lo que hallaron tras estudiar datos moleculares de humanos, ratones, ratas y otros organismos, como C. elegans o D. melanogaster.
Y todo ello, a pesar de que la investigación científica buscaba identificar genes específicos responsables del envejecimiento, al igual que habían hecho otros trabajos. Por tanto, estamos ante una nueva visión que difiere de los enfoques biológicos predominantes.
"Nuestro hallazgo hace avanzar el campo al identificar un único fenómeno que conecta la mayoría de los conocimientos existentes sobre el envejecimiento y hace que este fenómeno subyacente sea medible", destaca Thomas Stoeger, coautor del estudio y profesor adjunto de Medicina Pulmonar y Cuidados Intensivos en la Facultad de Medicina Feinberg de la Universidad Northwestern y miembro del Instituto de Longevidad Potocsnak.
"La regulación de los genes es uno de los procesos más centrales de la vida, y nuestros cuatro estudios explican por qué la actividad de los genes largos en particular cambia en el envejecimiento", dijo Stoeger. Básicamente, todo se reduce al azar, como dice Izeta, y la explicación es que los genes largos simplemente tienen más sitios potenciales que podrían dañarse.
Una nueva hipótesis sobre el alzhéimer
Los investigadores lo comparan con un viaje por carretera: cuanto más largo sea el viaje, más probabilidades hay de que algo salga mal. Así que, debido a que algunos tipos de células tienden a expresar genes largos más que otros, es más probable que estas células acumulen daños en el ADN a medida que envejecen.
Esto hace que la actividad de los genes largos cambien en el envejecimiento. Y debemos tener en cuenta que los genes muy largos codifican procesos celulares importantes que se sabe que cambian con el envejecimiento, como la formación de energía celular, la síntesis de proteínas y la transmisión de señales neuronales.
Se sabe que las células neuronales expresan genes particularmente largos y también son lentas o no se dividen, así que son especialmente susceptibles a este fenómeno. Por ello, los investigadores destacan el vínculo entre el envejecimiento y la neurodegeneración.
"Además del envejecimiento, demostramos que el mismo hallazgo se produce en pacientes con Alzheimer, una enfermedad asociada a la edad. Nuestros hallazgos nos ayudan a replantearnos las causas de enfermedades neurodegenerativas. Dado que los genes con función neuronal son inusualmente largos, nuestra hipótesis es que la menor actividad de las células de genes largos no produce suficientes biomateriales para mantener adecuadamente la función neuronal", manifiesta Stoeger.
En definitiva, el artículo expresa que los genes más largos están relacionados con el envejecimiento. Esto se daría porque los genes más largos son los más susceptibles, ya que tienen más lugares en los que sufrir daño. A su vez, eso provoca que, a medida que envejecemos, puedan dejar de funcionar. Se trata de una nueva visión del envejecimiento biológico difiere de creencias anteriores y, además, plantea una nueva hipótesis sobre las causas de la enfermedad del Alzheimer.
Font, article de Laura C. Liébana per a "La Razón"
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