El problema no es que las élites tecnológicas, inmensamente ricas, estén diseñando un plan B, muy restringido, basado en huir del mundo para protegerse ellos y ellas solas. Cohetes para escapar de la Tierra porque esas élites son conscientes de que nos vamos al carajo.
Son palabras de la vicepresidenta en funciones, Yolanda Díaz, en el marco de un encuentro sobre el futuro de nuestro país. El problema de estas élites tecnológicas no es que se vayan a los espacios siderales para salvarse a sí mismos, sino que se queden y sigan controlando la política, los medios de comunicación, las finanzas y el pensamiento ciudadano.
La vicepresidenta Yolanda Díaz reflexionaba sobre unas lecturas, sospecho que de ciencia ficción, que había realizado recientemente y que le sirvieron para espantar al personal que nunca podrá escapar de la Tierra hasta que llegue el último de sus días.
Las élites han existido y existirán. Pueden ser tecnológicas, financieras, ideológicas o intelectuales. A las que se refiere la vicepresidenta son las que ya practican el turismo espacial y experimentan vuelos con cohetes, siempre de un coste inasequible para el ciudadano medio, una prueba para que un día que consideran no muy lejano les consiga transportar a un espacio seguro, fuera de la Tierra, en el que puedan gozar de su riqueza, su seguridad y su bienestar. Mientras no existan bases confortables y fijas en los espacios, la vicepresidenta se conforma con el mundo del metaverso y con las mansiones fortaleza de Nueva Zelanda.
El discurso es una manera de entretener al público asistente a una sesión sobre la política del futuro en una tarde de sábado. Pero, tranquila, vicepresidenta, que las élites tecnológicas no se irán por ahora. Están aquí y los políticos no tienen manera de contrarrestar su capacidad de influir en las sociedades, creando estados de opinión y fomentando la confusión en un mundo en el que el relato se impone sobre la realidad y la insistencia en la veracidad de los hechos es desautorizada por algoritmos que fomentan campañas basadas con frecuencia en mentiras claras o encubiertas.
Las élites tecnológicas vienen a ser una adaptación del concepto de las élites extractivas puesto en circulación hace unos años por los economistas Daron Acemoglu y James A. Robinson en su celebrado libro Por qué fracasan los países. Las élites, las de siempre y las de ahora, las constituyen aquellos grupos que se apartan de la consecución del bien general y dedican sus esfuerzos al propio bienestar y al del grupo al que pertenecen.
Yolanda Díaz podría fijarse más en lo que hacen las élites tecnológicas en la Tierra, antes de que se vayan
En el ranking de élites tecnológicas cabe situar a Elon Musk, Mark Zuckerberger, Jeff Bezos y Bill Gates. Todos ellos son inmensamente ricos y alguno ha experimentado con el turismo espacial. Estos cuatro personajes tienen más poder que todos los líderes del G-7 reunidos cada año. Son los propietarios de Twitter (ahora X), Meta-Facebook e Instagram, entre otras compañías. Fueron los que cerraron las cuentas de Donald Trump el 6 de enero del 2021 y el golpe de Estado que estaba en marcha en el Capitolio pudo detenerse a tiempo.
La política y la transmisión del conocimiento pasa hoy por el cedazo de las redes sociales y de los que dirigen y poseen las grandes plataformas, entre ellas la que gestiona la inteligencia artificial, un instrumento usado ya por millones de personas y que escapa al control de gobiernos, parlamentos y agencias tributarias.
Las élites tecnológicas vienen a ser una adaptación del concepto de las élites extractivas puesto en circulación hace unos años por los economistas Daron Acemoglu y James A. Robinson en su celebrado libro Por qué fracasan los países. Las élites, las de siempre y las de ahora, las constituyen aquellos grupos que se apartan de la consecución del bien general y dedican sus esfuerzos al propio bienestar y al del grupo al que pertenecen.
Yolanda Díaz podría fijarse más en lo que hacen las élites tecnológicas en la Tierra, antes de que se vayan
En el ranking de élites tecnológicas cabe situar a Elon Musk, Mark Zuckerberger, Jeff Bezos y Bill Gates. Todos ellos son inmensamente ricos y alguno ha experimentado con el turismo espacial. Estos cuatro personajes tienen más poder que todos los líderes del G-7 reunidos cada año. Son los propietarios de Twitter (ahora X), Meta-Facebook e Instagram, entre otras compañías. Fueron los que cerraron las cuentas de Donald Trump el 6 de enero del 2021 y el golpe de Estado que estaba en marcha en el Capitolio pudo detenerse a tiempo.
La política y la transmisión del conocimiento pasa hoy por el cedazo de las redes sociales y de los que dirigen y poseen las grandes plataformas, entre ellas la que gestiona la inteligencia artificial, un instrumento usado ya por millones de personas y que escapa al control de gobiernos, parlamentos y agencias tributarias.
Antes de que se vayan con cohetes y abandonen la tierra sugiero a la vicepresidenta Díaz que fomente políticas de control para que esos grandes conglomerados tecnológicos con ramificaciones mediáticas, económicas y políticas rindan cuentas de su inmenso poder, paguen los impuestos y puedan ser sometidos al control de gobiernos y parlamentos.
¿Es lógico que Elon Musk pueda decidir por su cuenta el uso o desactivación de armas en el mar Negro al margen de las decisiones políticas del país en el que reside? En más de doce ocasiones en lo que va de año Musk ha desafiado la autoridad de la Reserva Federal para subir los tipos de interés. Aconsejaría a la vicepresidenta Díaz que se fijara más en lo que hacen las élites tecnológicas mientras están en la Tierra, antes de que se vayan.
Font, article de Lluís Foix per a "La Vanguardia"