Cuando se lanzaron al mercado los primeros coches a hidrógeno, muchos avisaron de que la propuesta no tenía sentido desde el punto de vista de la eficiencia, del práctico, ni desde el punto de vista económico. A pesar de esto, algunos valientes se lanzaron a su compra en vez de un modelo a batería. Ahora, se arrepienten totalmente.
En una entrevista en el diario alemán Bild, este propietario ha contado una historia que comenzó en 2016 cuando decidió comprar un coche a hidrógeno. Concretamente el Hyundai ix35 FCEV.
Los motivos eran principalmente su amplia autonomía, entre 450 y 500 kilómetros con cada depósito, y los rápidos tiempos de repostaje. Pero pronto la realidad impuso su lógica.
Y es que incluso antes de comenzar los problemas mecánicos, este propietario se enfrentó a la ausencia casi total de lugares donde repostar su vehículo. La más cercana estaba a 110 kilómetros de su vivienda, lo que le obligaba a tener mucho cuidado con sus desplazamientos para no quedarse sin autonomía para llegar de nuevo a la estación. Un despropósito por sí solo, pero que no desanimó a este valiente.
El problema es que siete años y 84.000 kilómetros después, el coche ha comenzado a dar problemas mecánicos. La burbuja del supuesto sueño de la movilidad limpia estalló.
Una mañana, el coche dejó de funcionar. Un mensaje le indicaba que debía acudir a su taller más cercano. El primer problema es que la mayor parte de los talleres consultados no estaban capacitados para realizar una revisión o reparación de la pila de combustible.
No mejoró la cosa cuando encontró un lugar capaz de hacerse cargo del vehículo, y es que el presupuesto para la reparación de la pila de combustible era tan elevada, que tranquilamente podría haber comprado dos o tres coches eléctricos con esa cifra.
Y es que la tecnología subyacente que impulsa los vehículos a hidrógeno es increíble. En lugar de usar combustibles convencionales, estos coches tienen un sistema eléctrico alimentado por una pila de combustible de hidrógeno. Esta convierte el vector energético en energía eléctrica, que alimenta el motor y hace que el vehículo se mueva. La única emisión es el agua, y toneladas de frustración.
Además de la ausencia de estaciones de repostaje, que no han logrado crecer como si lo ha hecho la red de estaciones de recarga de coches a batería, sumando apenas 91 estaciones en toda Alemania. Cifra que podemos comparar con las decenas de miles de estaciones públicas y rápidas para coches eléctricos.
Más de 100.000 euros de reparación para un coche a hidrógeno
A esto ahora se suma el ridículo presupuesto de reparación que ha recibido este propietario, cuyo taller le ha entregado un presupuesto que asciende a nada menos que 103.764 euros.
La explicación es que el Hyundai ix35 FCEV no solo es un vehículo raro, sino también uno de los primeros modelos de este tipo en el mercado. El pequeño número de unidades vendidas, apenas 1.000 unidades, ha provocado que su reparación sea una acción extremadamente rara y costosa.
Solo la pila de combustible que cuesta más de 84.000 euros. Una cifra que podemos comparar con los 50.200 euros que le costó en su momento el coche originalmente.
Un elemento fabricado con componentes raros y muy costosos, así como la distribución limitada de los vehículos, lo que han provocado una tormenta perfecta que se ha llevado por delante los sueños de este propietario.
Ahora es de suponer que este usuario tomará la inteligente decisión de mandar el coche a reciclar, y comprarse un coche eléctrico a batería, y enterrar una tecnología que muchos quieren imponer, o adoptar, sin tener en cuenta su cruda realidad.
Font, article de Carlos Noya per a "Forococheseléctricos"
NOTA D'ENRIC : Es evident que la tecnología dels vehicles a hidrògen no está huí per huí lo suficientement avançada per a ser una alternativa però que amb el temps si ho serà front al vehicle elèctric.
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