domingo, 20 de agosto de 2023

Renovables sí, pero siendo dueños de nuestro futuro

Impresionante el proyecto de purificación del mix energético de la ciudad de Madrid. En municipios como Villar de Cañas (Cuenca) o Tomelloso (Ciudad Real) se están construyendo subestaciones eléctricas de 1.600 megavatios (MW) de capacidad para acumular toda la producción de una serie de gigantescas instalaciones fotovoltaicas, más que una central nuclear tradicional.

Toda esa energía verde, con aportes de Manchega y Manzanares, confluirá en el nodo de Belinchón, por una nueva línea de doble circuito en 400 kilovoltios (kV), con destino a la capital de España. Es uno de los proyectos estrella de la Planificación de la Red de Transporte de Electricidad 2021-2026 aprobada hace un año por el Gobierno, con una inversión prevista próxima a los 7.000 millones de euros. La fotovoltaica y la eólica son lo más. ¿Sin matices?

Qué lástima no haber guardado las presentaciones que acompañaron a las ponencias de un evento sobre el futuro de la energía celebrado a mediados de los 2000 en el Palacio de Congresos de Valencia. Los especialistas ofrecían visiones diversificadas y posibilistas, pero ay cuando llegó el turno de nuestras grandes compañías energéticas, con su aureola Ibex 35. No existía nada más allá del gas, las centrales de ciclo combinado eran el futuro.

Inversiones milmillonarias como las que se esforzó en presentarnos la multinacional británica Intergen en un terreno perdido a medio camino entre Manchester y Liverpool, mientras se tranquilizaba al mercado sobre el futuro del suministro de gas: no habría problema con la planta de regasificación de Sagunto. En aquel evento del Palacio de Congresos, la eólica aparecía como una posibilidad puramente decorativa para nuestros gigantes energéticos y de la fotovoltaica ni hablar, qué disparate, ¡estaba a mil galaxias de la paridad de tarifa! Han pasado menos de 20 años de aquello.

Ahora nos entregamos de brazos abiertos a la fotovoltaica y a la eólica. Como suele suceder en este país, de repente nos hemos convertido en los primeros defensores del mundo, dispuestos a poner a los pies de las multinacionales que así lo deseen todo terreno urbanizado o no que deseen ocupar. Efectivamente, podría decirse que el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima 2021-2030, sobre el que se basan las grandes decisiones políticas, ha analizado metro a metro la piel de toro de España. Pero mosquean muchas cosas de lo que está pasando.

Sobre todo, la falta de consideración que estamos mostrando, como hace dos décadas, hacia las tecnologías que todavía están en fase de desarrollo y escalado y que podrían influir en el mix energético del futuro de manera sustancial. Antes de cubrir de placas fotovoltaicas una buena parte del suelo de la Comunitat Valenciana, con el impacto a largo plazo que ello supone, medioambiental, paisajístico y hasta económico, deberíamos considerar todas las opciones que se están barajando en el terreno de la innovación tecnológica.

No nos dejemos llevar por los cantos de sirena. Sí, la lucha contra el cambio climático sólo se podrá ganar apostando por las energías renovables. Pero también sí, tras la extensión de enormes campos fotovoltaicos hay un negocio estrictamente financiero, las corporaciones que están planificando sus inversiones no son precisamente ONG, la mayoría no son ni siquiera de capital español.

Varios elementos para la reflexión. Estamos en un proceso de transición energética, de un mix dominado por la nuclear, el carbón y los combustibles fósiles, a otro en el que necesariamente debe imperar lo que se denomina Net Zeto. Pero ¿cuáles serán las tecnologías dominantes? Lo primero que debemos asumir es que los grandes gigantes del petróleo y el gas deben ser parte de la solución, porque sólo un ingenuo puede pensar que van a aceptar, sin rechistar ni oponer resistencia, que se les reemplace en algo de tanta importancia estratégica, con tanto impacto en el poder mundial desde hace un siglo, como la energía.


Me gusta recordar las palabras del CEO de Saudi Aramco, Amin Nasser, en el foro de Schlumberger celebrado en Suiza a finales de 2022: “Las políticas de transición energética, especialmente en Europa, han sido solo una cadena de castillos de arena que las olas de realidad han arrastrado”.

En ese evento, la CEO de Occidental Petroleum (Oxy), Vicki Hollub, afirmó que los esfuerzos en el desarrollo de tecnologías de captura, almacenamiento y valorización de carbono (CCUS) crecerán hasta rivalizar con su negocio de petróleo y gas en tamaño, hasta el punto de que “creo que Oxy se dirige a convertirse en una compañía de gestión de carbono”.

Podrán vendernos un escenario simplificado para tapar nuestro suelo con placas solares a escala de mayorista, pero la realidad, según muestra el Global Industry Survey 2023 del Energy Council es que entre las energías alternativas que las empresas están explorando en el contexto de la transición energética, el hidrógeno emerge como ganadora, seguida por, atención, las tecnologías CCUS, por delante ya de la energía eólica y solar. Todavía es una pequeña proporción del número total, pero el interés crece en torno al desarrollo de la energía geotérmica, que ha pasado del 5% al 8%.

¿Dónde se encuentran los mejores rendimientos a la vista? Según el 41% de los encuestados, en el petróleo, para el 34% en el gas, y apenas el 8% en las renovables. ¿Planean invertir en proyectos petroleros en los próximos tres años? El 59%, sí. ¿Planea invertir en proyectos de gas en los próximos tres años? El 67%, sí.

Hablemos de la energía nuclear, por supuesto. Un informe tan poco sospechoso como el del Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC), base de trabajo para las COP, decía el año pasado que las oportunidades de reducción de costes, estandarización del diseño e innovación en los enfoques de construcción podrían hacer que los SMR (reactores modulares pequeños) sean competitivos frente a los grandes reactores en 2040.

Según el sancta sanctorum del movimiento contra el calentamiento global, los estudios de análisis del ciclo de vida sugieren que los impactos generales en la salud humana (en términos de años de vida ajustados por discapacidad) del funcionamiento normal de las centrales nucleares son sustancialmente más bajos que los causados por las tecnologías de combustibles fósiles y son comparables a la energía renovable.

“Este es el momento más importante para la energía nuclear desde los albores de la era atómica. Dondequiera que miremos, vemos que la demanda aumenta”, dijo en mayo pasado la presidenta y directora ejecutiva de la Nuclear Energy Industry (NEI), Maria Korsnick. El mapa de desarrollo de tecnologías para SMR en todo el mundo es espectacular, se espera que los primeros modelos susceptibles de comercialización a gran escala podrían aparecer en 2030. Si te interesa el tema puedes consultarlos aquí. Es la solución más viable para producir hidrógeno verde, por cierto.

Por no hablar de los desarrollos que vienen en redes distribuidas y almacenamiento de energía de larga duración. En el valle de Viesgo en Cantabria, con muchos problemas de estabilidad en el suministro eléctrico, la vitoriana Zigor, según me cuenta su CEO, Íñigo Segura, introdujo un sistema de almacenamiento de energía para dar soporte a la red de servicio de uno de los pueblos, terminal de línea. Cuando se produjo el siguiente apagón, sólo un núcleo urbano permanecía iluminado, el resto de pueblos, a oscuras, se preguntaban por qué.

Lo que no puede ser es que dentro de 20 años tengamos montes cubiertos de placas solares habiendo tecnologías alternativas que permitan suministrar energía verde. ¿No a la fotovoltaica y la eólica? Obviamente, hay que seguir extendiéndolas, cómo no, y a mayor ritmo. Pero no nos volvamos locos, analicemos con calma el asunto, no sucumbamos a las golosas tentaciones del negocio financiero, seamos dueños de nuestro futuro.

Font, article de "Valencia Plaza"

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