domingo, 19 de noviembre de 2023

El camino del ciervo: cómo España desarrolló el sistema militar puntero que ahora todos necesitan

 


SISTEMA ANTIDRONES CERVUS III

Este es el camino de cooperación empresa-ejército que recorrió el sistema antidrones Cervus III para ofrecer una solución tecnológica nacional a un problema militar global. Una senda que merece la pena recorrer más veces


Aestas alturas, cualquiera que siga la actualidad militar tiene claro que los vehículos no tripulados —en sus mil y una variantes— han transformado para siempre los campos de batalla por tierra, mar y aire. Su producción rápida y barata, versatilidad táctica y coste humano cero en caso de fracaso, los convierten en una amenaza ubicua y difícil de contrarrestar. Incluso los modelos más rudimentarios pueden eliminar tropas y equipos sobre el terreno, poner en jaque infraestructuras críticas o atentar contra objetivos civiles. Mientras estrategas de seguridad y defensa en todo el mundo todavía se están adaptando a los desafíos que suponen estos aparatos, accesibles a fuerzas armadas y grupos paramilitares de todo tipo, España ya maneja una solución operativa pionera en el mercado. Conozcan al Cervus III.

Cervus es un sistema de detección, seguimiento e interceptación de drones aéreos y terrestres y en su tercera evolución incorpora inteligencia artificial para automatizar y agilizar su operación. El proyecto lleva varios años funcionando y ha sido desplegado en misiones internacionales y operaciones domésticas. Ahora, acaba de ser integrado con el sistema nacional de detección de drones del Ministerio de Interior. Pero antes de hablar del equipo, es interesante detenerse a analizar el camino recorrido por el ciervo antidrones y cómo una solución tecnológica nacional se convirtió en una respuesta efectiva a un problema militar global. Una senda que merece la pena recorrer más veces.

 

En 2019, el Ejército de Tierra puso en marcha Fuerza 2035, una iniciativa para actualizar y modernizar las capacidades de sus unidades. En este contexto, los propios militares tenían la oportunidad de presentar carencias y soluciones a sus necesidades operativas. Durante esta suerte de brain storming en los cuarteles, el Regimiento de Guerra Electrónica 31 identificó un problema cuyas dimensiones reales no se comenzarían a entender hasta la guerra de Ucrania.

Ya en el conflicto de Nagorno-Karabaj empezamos a ver que los drones iban a marcar un antes y un después. Con los medios que teníamos, no estábamos preparados para esa amenaza. Una amenaza muy específica que requería una solución especial", explica una fuente militar conocedora del proyecto Cervus.

En ese momento, los sistemas para vigilar y neutralizar aeronaves no tripuladas eran solo efectivos con modelos grandes como los estadounidenses Predator o Reaper o el Bayraktar turco. El problema eran los drones pequeños y baratos, más difíciles de detectar por equipos tradicionales y cuyo coste de derribo con armamento antiaéreo podría exceder muchas veces el precio del aparato, haciendo insostenible la defensa. Buscando soluciones a este problema, dieron con un trabajo desarrollado poco antes por la empresa TRC, una firma española especializada en software, comunicaciones, integración de sistemas y ciberseguridad.

"Nosotros habíamos empezado a trabajar un sistema de detección de drones con financiación del CDTI (Centro para el Desarrollo Tecnológico y la Innovación). El programa planteaba algunas soluciones, pero se había descartado. Hasta que llegó el Regimiento de Guerra Electrónica y lo rescató de un cajón", recuerda Alfredo Estirado, consejero delegado de TRC, en una entrevista con El Confidencial.

Font, article de Enrique Andrés per a "El Confidencial"




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