Entonces, ¿qué nos impide cubrir un extenso territorio soleado e inhóspito, como un desierto, con una enorme red de paneles que provean de energía a todo el planeta? La respuesta es clara: los efectos secundarios.
Un cambio climático potenciado
Los investigadores visualizan la posibilidad de transformar el desierto más grande del mundo, el Sahara, en una gigantesca granja solar, capaz de satisfacer hasta cuatro veces la demanda energética actual del planeta. Ya existen proyectos planificados en Túnez y Marruecos, con el objetivo de suministrar electricidad a millones de hogares en Europa.
Pero hacerlo a una escala tan grande puede traer serios problemas. Un nuevo estudio publicado en Nature, concluyó que el despliegue masivo de paneles solares puede alterar la circulación de vientos del planeta y modificar el clima a la larga incluso en lugares muy alejados del desierto.
Los investigadores realizaron simulaciones de enormes granjas solares en el norte de África, que cubren el 5 %, el 20 % y el 50 % de esa región, y evaluaron las consecuencias. Lo primero que notaron es que los paneles son mucho más oscuros que la arena, por lo absorben más calor y disminuye la energía reflejada hacia el espacio (albedo). Esto produce un calentamiento extra del ambiente, no solo a nivel local, sino global.
El modelo reveló que cuando el parque solar cubre el 20 % de la superficie total del Sahara, se desencadena un ciclo de retroalimentación. El calor emitido por los paneles solares, genera una notable diferencia de temperatura entre la tierra y los océanos circundantes. Esto, a su vez, reduce la presión del aire en la superficie y provoca que el aire húmedo ascienda y se condense en gotas de lluvia.
Con el aumento de las lluvias monzónicas, la vegetación crece y el desierto refleja menos energía del Sol, ya que las plantas absorben mejor la luz que la arena y el suelo. A medida que la vegetación se expande, se evapora más agua, creando un ambiente más húmedo que favorece aún más el crecimiento de plantas.
Bueno, pero obtener energía y convertir al desierto en un oasis suena increíble, ¿o no?
Una cadena de cambios imparable
Por extraño que parezca, muchos de los ecosistemas más grandes y complejos dependen del árido desierto del Sahara. El Amazonas, por ejemplo, se fertiliza con el polvo que viaja a través del Atlántico desde el Sahara, y el calor sahariano influye en los patrones de lluvia debido a los vientos del Atlántico. Si se elimina el polvo del aire y se enfría el Sahara, se podría afectar significativamente al Amazonas.
En las simulaciones, la estrecha franja de lluvias en los trópicos, que representa más del 30 % de la precipitación global y sustenta las selvas tropicales del Amazonas y el Congo, se desplaza hacia el norte. Esto provoca sequías en la región amazónica, ya que llega menos humedad del océano.
Además, el modelo predice una mayor frecuencia de ciclones tropicales que impactarían las costas de América del Norte y Asia Oriental y una menor cantidad de nubosidad en América Central, América del Sur, Sudáfrica, el centro y este de los Estados Unidos, Asia central y el noroeste de China, especialmente en verano. Mientras que en otras regiones, como el desierto de Sahara, habrá una mayor cantidad de nubosidad, lo que hará que los paneles producen menos energía.
Además de todas estas consecuencias, que ya nos hace replantear la idea de construir un parque solar en un desierto, hay que considerar que los paneles solares se vuelven menos eficientes cuando las temperaturas superan los 45 °C.
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