¿Cómo se construye un Jesús realista desde la IA?
La clave de esta representación no está en el estilo, sino en el método. A diferencia de los modelos anteriores, el nuevo generador de imágenes de GPT-4o no solo recibe un texto y lo traduce a imágenes, sino que comprende el contexto histórico y sabe diferenciar entre lo simbólico y lo verosímil. Si se le pide una imagen de Jesús “basada en datos históricos”, el modelo es capaz de distinguir entre las representaciones tradicionales —como las inspiradas en la iconografía bizantina o renacentista— y los estudios científicos actuales que, desde la antropología forense hasta la genética poblacional, han intentado reconstruir el rostro del nazareno histórico.
Aunque la Biblia aporta escasos datos físicos sobre Jesús, los evangelios sí nos sitúan su contexto geográfico y cultural: un judío de Galilea, probablemente con rasgos similares a los hombres del actual norte de Israel o sur del Líbano. El modelo de IA ha sabido procesar esa información y cruzarla con fuentes como estudios de restos humanos del siglo I hallados en tumbas de la zona, lo que da como resultado una imagen más acorde a la población local de hace 2.000 años.
A esta aproximación se le suma el trabajo previo de reconstrucciones forenses como la realizada por Richard Neave en 2001, que sirvió como referencia visual y científica para el nuevo modelo. No se trata de copiar su diseño, sino de asimilar sus principios: el grosor de los huesos, la forma del cráneo, la distribución facial y el tipo de piel y cabello.
Pero el verdadero giro está en la capacidad de la IA para dar vida a ese rostro con un nivel de detalle y expresividad imposible de alcanzar hasta ahora: arrugas suaves en la frente, poros visibles, una ligera sombra de barba irregular, ojeras sutiles y una mirada que parece haber visto mucho más de lo que las palabras pueden contar.
El desafío de cambiar una imagen sagrada
Ver el rostro generado por la IA puede producir un pequeño temblor en quienes crecieron con una imagen distinta de Jesús. No es solo un cambio estético: es una sacudida simbólica. Porque Jesús, más allá de la religión, es también un emblema cultural, político y emocional. Y cambiar su cara supone enfrentarse a siglos de tradición visual profundamente arraigada.
La representación tradicional, que responde más a los cánones de belleza europeos que a la realidad del siglo I en Oriente Próximo, ha estado presente en vitrales, cuadros, películas, iconos y crucifijos de todo el mundo. Modificar esa imagen es, en cierto modo, cuestionar la base emocional que millones de personas han heredado durante generaciones.
Por eso, esta nueva recreación no pretende reemplazar nada, sino ofrecer una mirada alternativa. Una que complemente la fe con la historia, la devoción con la evidencia, la creencia con el conocimiento. Es, en el fondo, un ejercicio de respeto a la figura histórica, despojada de adornos mitológicos, pero no de dignidad.
Algunos sectores religiosos han recibido con escepticismo estas imágenes, señalando que el Jesús de la fe es universal, y que su aspecto físico nunca fue tan importante como su mensaje. Pero otros ven en esta recreación una oportunidad: la de acercarse al Jesús real, al hombre que caminó entre pescadores, sanó enfermos y predicó en colinas polvorientas, con los pies descalzos y el rostro curtido por el sol.
Lo que revela esta imagen sobre nuestro presente
Lo más revelador de esta imagen generada por IA no es solo lo que dice del pasado, sino lo que desvela sobre nosotros. Porque durante siglos, las culturas han adaptado a Jesús a su propio ideal estético y espiritual. En Etiopía tiene rasgos africanos; en Corea del Sur, ojos rasgados; en Europa, melena castaña y pómulos afilados. Cada civilización ha proyectado en su rostro la idea de lo divino que mejor se ajusta a su identidad.
Pero hoy, por primera vez, una máquina entrenada para reconocer patrones y filtrar sesgos ha producido una imagen sin intención ideológica, sin objetivo evangelizador, sin nostalgia artística. Una imagen construida desde los datos, no desde la emoción. Y, curiosamente, lo que resulta de esa operación fría es una de las imágenes más humanas que hemos visto del Jesús histórico.
Representación facial de Jesús elaborada a partir de estudios forenses y reconstrucción anatómica, inspirada en los trabajos del equipo liderado por Richard Neave. Fuente: BBC
El rostro generado por ChatGPT no solo es verosímil: también es profundamente empático. Tiene arrugas, imperfecciones y una expresión que no busca la gloria, sino la verdad. Quizá por eso nos conmueve tanto. Porque, al fin, lo vemos como uno de los nuestros.
¿El inicio de una nueva iconografía?
Con esta imagen no se cierra un capítulo: se abre otro. Uno en el que la tecnología se convierte en aliada de la historia, y donde la inteligencia artificial no sustituye al arte, sino que lo acompaña con una nueva herramienta para la divulgación.
Reconstrucción del rostro de Jesús de Nazaret generada por la inteligencia artificial de ChatGPT, basada en datos históricos y antropológicos del siglo I en Galilea. Foto: ChatGPT 4o / Christian Pérez
La posibilidad de representar a figuras históricas con este grado de fidelidad y profundidad podría transformar la educación, la arqueología visual y hasta la manera en que conectamos con el pasado. Y aunque nunca sabremos con certeza si este es el rostro de Jesús, sí sabemos que está mucho más cerca de lo que pudo haber sido que cualquiera de los que colgaron durante siglos en nuestras iglesias.
Quizá no cambie la fe, pero sí puede ayudar a comprender mejor al hombre detrás del mito.
Font, article de Christian Pérez per a "Muy interesante"